6/19/2012

Silba vientos

Despegue de mis aposentos para llegar a ti. Porto un mensaje enviado desde las profundidades, esas donde no existen huellas de hombres o mujeres. Abandoné mis ropajes y desprendí mis pies de mi cuerpo, no los necesitaría mas. El frío de la mañana no causa efectos, ni los fuertes vientos.
Incluso la oscuridad reinante de los invernales días que se acercan son solo caricias tácitas para este volador sin naves, viajero de mundos, caminante de esferas. 
Y así, como ave mensajera me dirijo sin dudar ni pestañear siquiera para no perder el rumbo. Se congelaran mis ojos si es necesario pero no he de perder de vista mi objetivo. Ese que es invisible a los ojos de los hijos de los hombres que desconocen la profundidad de una mirada sin rostros, sin seres.

Eones atrás, cuando arribe a tus reinos no vírgenes ni explorados yacían en tus manos los tesoros que anhelé por batallas. Ganadas y perdidas. Un tesoro de luciérnagas diamantadas que brillaban con la simpleza y la grandeza de los soles de las galaxias lejanas. 
Soy responsable de mancillar con mis embarrados pies y mecánicas no cuánticas los salones ovales en los que fui recibido. Jamas intenciones de tal tuve, pero aun así lo hice. Y merezco muerte a hoguera por asesinar los involuntarios nacimientos de tu pecho. 
Erigí una escuela de conocimiento rígidos y fluidos en nombre del crecimiento ambiguo y he nos ahora de espaldas a los cadáveres que, al menos, de este lado no se mueren, ni lo harán.
Lastimé la superficie perfecta con reformas que creía justas y convenientes y me equivoque tanto que incendié mi propio arsenal para no volver a pisar esas huellas.
Y con la culpa de ser quien soy emprendí un viaje sin retorno voluntario. Un viaje donde cada paso borra el sendero y las vegetaciones aledañas me insultan y humillan, me odian, y me piden sin cordialidades que no me atreva a acercar estos dientes podridos y mi asimétrico rostro en las tierras donde una vez brillo el sol naciente.

Ah! cuanta presión en mis aristas! Cuantas sensaciones amargas y no bellas alberga este pecho ya sin cobertura. No puedo mas que acercarme a paso de hombre a las fronteras de tus vastos imperios y susurrar en el viento, con la esperanza de que este me permita viajar. Y cantar, cantar con la voz que no se oye que no dejes morir las raíces, que no incineres los cuerpos putrefactos porque son esos los dueños de la perfección que una vez existió y destruí con el mazo de ignorancia.
Blandí mis procesos cual enseñanzas puras y aprendí que la humanidad reside en el error que cometes.
Haz de tus cementerios propios esos jardines que fantaseamos con pequeñas habitaciones y simplezas de todos los días como desayunos de café y cigarrillos.
Levanta los portones de tu salones y que vuelvan los aromas y perfumes que ya no bailan entre las partículas de polvo flotando en el resplandor.
Haz abono de cortezas y que los caídos arbóreos sean combustible de la Era que inicias. Sin temor ni castigos levanta tu imperio y reside en él.
Con las ausencias y presencias que te merecen. 

Silencio. Sin retiros.

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