1/12/2015

Carcajadas en la morgue

He descubierto recientemente cuanto puedo reírme, y me avergüenza un poco reconocerlo porque creo que es evidencia de mi ignorancia en ciertos aspectos de la vida que permanecían vírgenes e impolutos. 
He reído tanto que la idea de la muerte acariciaba mis hombros al alcanzar los límites físicos de la jocosidad y decidí fallecer sin resistencia en ese momento, si es que venían a por mi los caballeros del mas allá.  Me hallé envuelto en el terror como nunca y solté las riendas de la vida por una sola razón. Morir riendo.
Lejos de fallecer, ese día comenzaban a revivir los áridos parajes sepia que yacían hasta ese entonces envueltos en el abandono. El rocío abrazó las hectáreas de tierra seca y las raíces de las risas censuradas nadaron entre piedras buscando el manantial de vitalidad.
Estoy viviendo diferente. Han vuelto a mí las costumbres que repruebo y disfruto, sobre todo aquellas que carcomen los ahorros e incendian mi economía en cada brindis compartido. Y creo que vale la pena cada centavo.
Hablé con Dios cuando volví a casa, hablé con dioses varios entre los cuales, por supuesto, estaba yo también. Amanecí diferente esa tarde. Amanecí más vivo y con resaca, agradecido y relajado.

Tu misión es ser feliz, el resto es opcional.


Yo estoy siendo feliz, o al menos alegre, no se bien donde esta la diferencia pero estoy sonriendo mucho, estoy riendo a carcajadas y ya no siento la imperiosa necesidad de soledad profunda y silenciosa, aunque no deja de resultarme extremadamente cómoda. Siendo que hoy cumplí algunas de esas metas que me propuse hace un tiempo me dedico a descansar de todo, sobre todo de mi mismo. No es fácil convivir conmigo siendo quien soy, lo aprendí ahora también casi al mismo tiempo que aprendí a morir riendo.

No hay comentarios.: