He descubierto recientemente cuanto puedo
reírme, y me avergüenza un poco reconocerlo porque creo que es evidencia de mi
ignorancia en ciertos aspectos de la vida que permanecían vírgenes e
impolutos.
He reído tanto que la idea de
la muerte acariciaba mis hombros al alcanzar los límites físicos de la jocosidad y decidí fallecer sin resistencia en ese
momento, si es que venían a por mi los caballeros del mas allá. Me hallé envuelto en el terror como nunca y
solté las riendas de la vida por una sola razón. Morir riendo.
Lejos de fallecer, ese día comenzaban a revivir
los áridos parajes sepia que yacían hasta ese entonces envueltos en el
abandono. El rocío abrazó las hectáreas de tierra seca y las raíces de las
risas censuradas nadaron entre piedras buscando el manantial de vitalidad.
Estoy viviendo diferente. Han vuelto a mí las
costumbres que repruebo y disfruto, sobre todo aquellas que carcomen los
ahorros e incendian mi economía en cada brindis compartido. Y creo que vale la
pena cada centavo.
Hablé con Dios cuando volví a casa, hablé con
dioses varios entre los cuales, por supuesto, estaba yo también. Amanecí
diferente esa tarde. Amanecí más vivo y con resaca, agradecido y relajado.
Tu misión es ser feliz, el resto es opcional.
Yo estoy siendo feliz, o al menos alegre, no se
bien donde esta la diferencia pero estoy sonriendo mucho, estoy riendo a
carcajadas y ya no siento la imperiosa necesidad de soledad profunda y
silenciosa, aunque no deja de resultarme extremadamente cómoda. Siendo que hoy
cumplí algunas de esas metas que me propuse hace un tiempo me dedico a
descansar de todo, sobre todo de mi mismo. No es fácil convivir conmigo siendo
quien soy, lo aprendí ahora también casi al mismo tiempo que aprendí a morir
riendo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario