1/21/2015

Pájaros prosa


Con usted murió un poco de mi. Un poco de mi que dista a soles de distancia de ese otro poco de mi que nació en usted. Un poco de mi que comenzó a morir en lapsos, con intensidad y paulatinamente en encuentros cercanos de cuarto tipo, a veces de primer tipo y hasta he muerto por usted cuando no ha sido usted víctima de mis obrares negligentes. 

No estoy intentando ser poético, estoy intentando sobrevivir. Estoy haciendo uso de la criptográfica expresión por el bien de mi músculo cardíaco por temor a explotar en mis cementerios diarios conurbanos que, a Dios gracias (mi Dios, mis gracias) ya no acrecentan exponencialmente como en los días de iracundos matinales y griteríos silenciosos en tormentas de tertulias improvisadas en la involuntarias convergencias de mis identidades mentales.

Agonicé un tiempo extenso, tan extenso que al llegar el tiro de gracia los cuerpos receptores convulsionaron e hicieron un silencio profundo y espectral. Un silencio como aquel que se oye cuando los arboles aúllan y mueren de pie.
Recuerdo que mis campos se expandieron y me desenvolví tan veloz que la realidad se partió en dos partes iguales y aun así volaron astillas en todas direcciones. Creo que he fallecido tantas veces, en diferentes planos y realidades, en tantas ocasiones como rostros que me estoy acostumbrando a morir.


Los eventos que anteceden la presente aclaración yacen en un pasado cercano y, si bien hoy los detonantes de dichas expresiones se han transformado por sus naturales atributos, siento la imperiosa necesidad de liberar de mi libreta-jaula mis garabatos para que lleguen donde creen que deben llegar, si es que pueden. Es solo hacer uso y provecho de la sintonía en el miocardio que comanda el día de hoy. 

No me siento cómodo con el tintero cargado y amo que mis pájaros prosas vuelen, aunque mueran en el mar.


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